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¿Eres tú el que ha de venir?

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?».

Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!».

Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: ‘¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

Mt 11, 2-11


En algunos momentos el evangelio nos muestra personajes sacudidos por una fuerte tormenta, uno de ellos es Juan el Bautista a quien en este pasaje encontramos en prisión y a punto de morir. El texto nos presenta a Juan desconcertado. La magnitud de su dolor y confusión se hace evidente en la pregunta que le envía al Señor a través de unos mensajeros: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” 

Aquél que había “saltado de gozo” en el seno de su madre Isabel ante la proximidad del Salvador, se encuentra ahora en la soledad de la cárcel, ve aproximarse el final de su vida y no comprende al Mesías que apasionadamente había anunciado. “El hombre más grande nacido de mujer“, como lo llamó Jesús, ¡está dudando! Los enemigos de Israel son cada vez más poderosos y Jesús no está actuando como él esperaba. Parece que nada de lo prometido se cumple, todo está a punto de terminar en un fracaso. Realmente ¿era ése el que tenía que venir?

Jesús no le manda decir: «sí, yo soy el Mesías». Esa respuesta era inútil para alguien que estaba confundido, no eliminaba la duda, sólo la trasladaba a unas nuevas preguntas: ¿dirá la verdad cuando dice que es el Mesías? ¿por qué entonces no actúa como debe actuar el Mesías? El Maestro en lugar de contestar directamente “”, utiliza otra forma de respuesta y dice a los enviados: «Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres…” ¿Por qué responde así?

Jesús sabía que Juan conocía los signos que acompañarían la llegada del Mesías, y entonces le muestra que eso está ocurriendo, que los signos están a la vista, y deja que él en su corazón diga: «sí, éste es el que debía venir». No le dice: “Hay que tener fe”; lo ayuda a creer, lo ayuda a recorrer ese camino interior que le permitirá descubrir en sí mismo una respuesta para sus dudas.

Juan, que había predicado y bautizado junto al río Jordán exigiendo con amenazas la conversión a quienes se acercaban a escucharlo, ¡también debe convertirse! También él debe cambiar su manera de mirar a Jesús, de mirar la realidad, y hasta de mirarse a sí mismo. El que reclamaba a los demás la conversión ahora es llamado a un cambio profundo e inmenso: el Mesías no es un guerrero capaz de expulsar a los romanos, ¡el Mesías no es como Juan lo había imaginado!

De la misma manera Jesús nos invita a nosotros. Cuando nos llama a la conversión, a cambiar nuestra vida, no lo hace con amenazas ni con exhortaciones imperativas, nos muestra los signos de su presencia, de su amor y su cercanía, para que mirando esos signos, encontremos en nuestro corazón una respuesta. Como Juan, también nosotros somos invitados a buscar en nuestro interior una respuesta y a decir desde lo más hondo de nosotros mismos: sí, este es el que tenía que venir.




5 pensamientos en “¿Eres tú el que ha de venir?”

  1. Otro camino para encontrar a Jesús en nuestro interior es acrecentar nuestra confianza en él. Este concepto lo desarrolla el padre Jorge en su libro: Quimio y fe.

  2. Otro camino para encontrar a Jesús en nuestro interior es acrecentar nuestra confianza en él. Este concepto lo desarrolla el padre Jorge en su libro: Quimio y fe.

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