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Semilla de mostaza

Dijo el Señor a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo”.

Los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí́: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a mi mesa’? ¿No le dirá más bien:‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después’? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’”.

Lc 17, 3b-10


La expresión que se traduce como “me arrepiento” en el original griego dice “metanoo”, la palabra tiene la misma raíz de “metanoia” que es ese cambio o transformación que Jesús pedia a sus discípulos, la expresión quiere decir “he cambiado por completo”, la palabra significa literalmente “cambiar de mente”. Quien se acerca pidiendo perdón lo hace diciendo que ya no es el mismo de antes. Todo esto es mucho más que “me arrepiento” en el sentido que lo usamos nosotros. Ese cambio radical que se produjo en el otro es el motivo por el que se lo debe perdonar.

Tal como lo plantea Jesús, el desafío de perdonar siempre a quien dice que ha cambiado, es tan radical que desconcierta a sus discípulos. Frente a la exigencia de una misericordia ilimitada, ellos sienten que no pueden hacerlo y le piden al Maestro: “auméntanos la fe”. Este pedido revela que perciben el perdón como algo que exige una transformación interior profunda, una fuerza que va más allá de sus capacidades humanas. Para perdonar ellos también tienen que cambiar completamente, tienen que poder decir “metanoo”.

Si escuchamos atentamente es sorprendente que ante el desafío de tener que perdonar los discípulos le pidan a Jesús que aumente su fe ¿por qué relacionar la fe con la actitud de perdonar siempre? Evidentemente a los amigos de Jesús les cuesta comprender el pedido del Maestro, para ellos se trata de algo insólito. Parece que les cuesta creer lo que dice Jesús y por eso le piden aumentar su confianza en él. Pedirle más fe es pedirle una mayor capacidad de confiar, de aceptar lo que él está diciendo. No se trata de la fe como la capacidad de creer en Dios o de aceptar las enseñanzas de la Iglesia, es algo más concreto y directo: se trata de creer en lo que él dice aunque sea algo muy diferente a lo que ellos están acostumbrados a escuchar.

Los amigos de Jesús intuyen que perdonar de manera constante no es solo una cuestión de fuerza de voluntad, implica un cambio de perspectiva, implica confiar en una lógica diferente, una lógica que muchas veces parece absurda o incluso injusta. Los discípulos, al pedir más fe, están reconociendo que solo una confianza radical en Jesús puede sostener una actitud de perdón permanente. Parecen querer aceptar que confiar en la palabra y el ejemplo de Jesús cuestiona todo lo aprendido y esperado.

La respuesta que reciben es aún más sorprendente: no hace falta más fe, si tuvieran una fe tan pequeña como un grano de mostaza sería suficiente. No solo sería suficiente para ser capaces de perdonar sino también para arrancar de raíz una planta y plantarla en el mar o para desplazar una montaña de un lugar a otro. ¿Qué quiere decir esto? Ni el fundamentalista más fanático podría entender estos textos en sentido literal.

Lo que dice Jesús es que el “tamaño de la fe” no se puede medir por el efecto de lo que se logre con ella, como si a una fe “grande” correspondieran efectos espectaculares y a una fe “pequeña” algunos resultados poco importantes. No es esa la lógica de Jesús. Una fe que los discípulos consideran “pequeña” puede lograr cosas imposibles. Con sus palabras Jesús los invita a abandonar una actitud “comercial” en la relación con Dios (yo hago esto para que Dios haga esto otro) y a no menospreciar la fe que tienen, a valorarla; con ella pueden lograr cosas que parecen tan sorprendentes como arrancar una planta y ponerla en el mar.

Una catequesis muy pobre ha distorsionado la comprensión de estos textos y ha instalado la idea de que si una persona es verdaderamente creyente entonces con la fuerza de su fe puede lograr resultados espectaculares: milagros, curaciones, o intervenciones de los santos en asuntos como la aprobación de un examen o el éxito en un negocio. Jesús nos está diciendo que con una fe “pequeña” se pueden lograr cosas más “incomprensibles” que esas, como por ejemplo, ser capaz de perdonar al hermano, de compartir con el necesitado, de poner la otra mejilla, de confiar en quien me ha traicionado. Todas cosas que en este mundo en el que vivimos son tan insólitas y extrañas como trasladar una montaña y tirarla al mar con la fuerza de una palabra.

La fuerza de la fe no consiste en la capacidad de manipular la realidad (¡y a Dios!) para acomodarla a nuestros proyectos sino en la capacidad de aceptar la realidad con la serenidad y la alegría que nos da la confianza en las promesas de Jesús. La fe es confiar en él, no en nuestra capacidad para hacer que Dios haga lo que nosotros queremos. La fe nos permite cambiar de verdad (“metanoo”) ¡eso es lo increíble!

Además hay que tener en cuenta que esas «cosas imposibles» en las que se manifiesta la fe, como son el perdón, la no violencia, el amor desinteresado, y muchas otras, por lo general traen consigo todo lo contrario al “éxito” tal como lo describe “este mundo“. A los ojos de la fe, (y de cualquier persona honesta), lo que es “absurdo” es este mundo así como está. Por eso no se trata de hacerse ilusiones vanas, al final de una vida de fe “no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”; es decir, no hemos hecho nada más que vivir conforme a nuestra “pequeña” fe. Nada más y nada menos que cambiar completamente, “metanoo“.




2 pensamientos en “Semilla de mostaza”

  1. La fuerza de la fe se sostiene en vivir con serenidad y alegría sabiendo y confiando en que nunca estamos solos. Dios siempre está cerca nuestro. Gracias padre Jorge.

  2. “……La fuerza de la fe no consiste en la capacidad de manipular la realidad (¡y a Dios!) para acomodarla a nuestros proyectos sino en la capacidad de aceptar la realidad con la serenidad y la alegría que nos da la confianza”
    “……A los ojos de la fe, (y de cualquier persona honesta), lo que es “absurdo” es este mundo así como está. Por eso no se trata de hacerse ilusiones vanas, al final de una vida de fe “no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”; es decir, no hemos hecho nada más que vivir conforme a nuestra “pequeña” fe. Nada más y nada menos que cambiar completamente, “metanoo“…….”
    Brillante Sr!!!
    Lo absurdo de este mundo queda fuera de nuestro interior cuando no encontramos con humanos que piensan así

    Gracias Jefe!!!!

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