Ir al contenido

Viento y fuego

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: ¡La paz esté con ustedes! Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.

Jesús les dijo de nuevo: ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.

Jn 20, 19-23


Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.

Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían:

«¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios».

Hch 2, 1-11


En el texto del Evangelio de hoy nos encontramos con aquellas palabras de Jesús resucitado que fueron las primeras palabras del Papa León XIV al comenzar su servicio desde la cátedra de Pedro: ¡“La paz esté con ustedes”! Cuando desde la Iglesia se habla de la paz no nos referimos solo a la ausencia de conflictos, no es la paz que se logra cuando “no pasa nada”, no es la paz de los cementerios. Jesús ha venido a traernos la paz de la fe, la esperanza y el amor, una paz que se puede experimentar hasta en la guerra, una paz profunda que nadie puede quitar, una paz que nace como un fruto de una manera de vivir, una paz que es un fruto de la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones. 

En el relato del Libro de los Hechos que hemos escuchado los signos que acompañan la llegada del Espíritu sobre los Apóstoles son “una fuerte ráfaga de viento” y “unas lenguas como de fuego”. Para comprender el significado de estos signos conviene recordar que en los textos bíblicos la palabra “espíritu” quiere decir viento, aliento, aire, una fuerza que no se ve pero que se conoce por sus efectos. El viento, que no se ve, mueve los árboles y sacude las casas; el aliento, también invisible, indica la presencia de la vida en muchos animales y en los seres humanos. El libro del Génesis narra que Dios creó al hombre “soplando” sobre la figura de arcilla: “el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida…” (Gen 2,7). Con el otro signo, con el fuego, se simboliza que la fuerza del Espíritu purifica, transforma, cura las heridas, elimina aquello impide el crecimiento de una nueva vida. Jesús ya había anunciado a sus amigos que serían bautizados (es decir, sumergidos y purificados) en el Espíritu Santo.

Luego del viento y el fuego el relato nos dice que los discípulos “comenzaron a hablar en distintas lenguas” y que los que escuchaban comprendían lo que ellos decían, “cada uno los oía hablar en su propia lengua”. Por lo tanto el fruto de la acción del Espíritu no consiste solo en que los discípulos hablan sino que, además, los que escuchan comprenden. La acción del Espíritu no termina en el momento del anuncio sino cuando el anuncio es comprendido y aceptado. De esta manera el relato nos recuerda que no se trata solo de hablar sino de hablar de manera que lo que decimos se entienda y pueda ser respondido. Anunciar el Evangelio no es solo decir algo, no es suficiente hablar de la Buena Noticia, también es necesario presentarla de tal manera que sea comprendida, que cada uno de los oyentes la pueda escuchar “en su propia lengua” y pueda responder al llamado que el Evangelio contiene.

El relato enumera finalmente una lista de pueblos, cada uno tenía sus dioses y su idioma, muchos eran enemigos de Israel y otros estaban en guerras permanentes. En otras palabras, eran incapaces de hablar y escucharse entre ellos. Aquella situación se asemeja dolorosamente a nuestra realidad actual. Cuando el Papa León dice “la paz esté con ustedes” también se dirige a un mundo estremecido por el dolor de las guerras. Podemos hacer nuestras esas palabras y repetirlas en nuestras casa y lugares de trabajo, en nuestro barrio y en nuestro país, ser cristianos es ser incansables anunciadores y constructores de la paz. Cuando recordamos en la fiesta de Pentecostés la llegada del Espíritu Santo somos invitados a cambiar, a no conformarnos con este mundo así como está, a no conformarnos con nosotros mismos así como somos, a dejarnos llevar por un viento y un fuego que transformen nuestras vidas.

El relato termina diciendo que al escuchar las palabras de Pedro y de los otros discípulos todos quedan “llenos de asombro”.  Gracias a las palabras que escuchan comienzan a comprender lo que ocurre y a comprenderse a sí mismos. La Buena Noticia de la resurrección de Jesús cambia la historia al cambiar la vida de los que la escuchan. Pentecostés es el fruto de la Pascua. Al escuchar el anuncio de los Apóstoles todos son transformados, son bautizados, por un viento que da vida y un fuego que purifica. 

AUDIO HOMILÍA:


Esta imagen tiene un atributo alt vacío; el nombre del archivo es Imagen-18-12-24-a-las-6.45%E2%80%AFp.-m-1024x308.jpg

Esta imagen tiene un atributo alt vacío; el nombre del archivo es audio-hom.jpg

3 pensamientos en “Viento y fuego”

  1. “cada uno los oía hablar en su propia lengua”
    ….. caramba…..
    Como docente de Música durante 30 años (ya jubilado) me he tenido que enfrentar innumerables veces con el “eurocentrismo” pregonado por el sistema educativo general.
    Me he efrentado durante años con un sistema y con docentes que confundían “educar con colonizar”.
    También recuerdo a la Maestra y Lingüísta “Emilia Ferreiro” en su memorable conferencia cuando relataba como reprimían a los niños de “La Nación Guaraní” por hablar entre sí, en la escuela, y en su langua natal.
    Pasaron más de 2000 años y seguimos confundiendo “comunicación con idolatría”.
    Parece que se hace muy difícil entender que ya no hay un pueblo elegido, y gentiles que lo sirven.

    Abrazo Jefe

Deja un comentario