Jesús respondió: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Jn 14,23-29

Jesús se despide de sus discípulos y les dice que no deben inquietarse ni temer, que se va a ir pero que regresará. Más aún, les dice que les conviene que él se vaya, que deben alegrarse de su partida porque, a su regreso, la relación con él y con el Padre será mucho más íntima y profunda. Ya no lo verán recorriendo los caminos de Galilea, ya no enseñará en el campo ni en la sinagoga, ya no abrazará a los niños ni estará junto a ellos anunciando el Reino; cuando él regrese todo será diferente, él ¡y su Padre! ya no estarán “allí afuera” sino en el interior de cada discípulo: “iremos a él y habitaremos en él”. El Maestro será un “Maestro interior”. Ya lo había anunciado el profeta: “lo llevaré al desierto y le hablaré a su corazón.” (Oseas 2,14)
La nueva manera de estar presente será en el pan y en el vino, en la comunidad, en la palabra, en los más necesitados, pero además ¡y aún más sorprendente y conmovedor! lo encontrarán siempre en sus propios corazones. Es imposible imaginar mayor proximidad que esa y, sin embargo, en ocasiones hablamos con naturalidad de la presencia de Jesús en la eucaristía, en la palabra de Dios o en el prójimo, pero no siempre nos detenemos a reflexionar sobre su misteriosa presencia en nosotros mismos.
Quizás una catequesis que insistía en transmitir un Dios presente en la Iglesia y en los sacramentos, tuvo un efecto imprevisto e indeseado: se transmitió la idea de un Dios separado y distante, un Dios que no se encuentra en primer lugar en el corazón de una profunda experiencia espiritual personal, a la vez íntima y comunitaria. Es posible que aquella insistencia en un Dios que está “afuera” haya sembrado dudas y confusiones sobre el valor de las experiencias personales de encuentro con Jesucristo. Esas experiencias en algunas oportunidades fueron consideradas como un asunto puramente subjetivo y sospechoso, sin embargo, si prestamos atención, se trata de una de las afirmaciones más importantes del Maestro de Nazaret y una de las experiencias más notables en la vida de las primeras comunidades.
San Pablo se convertirá en el más apasionado predicador del Evangelio a pesar de que él no conoció a Jesús, el hijo de María que vivió en Nazaret. Su conocimiento de Jesús es diferente al de los otros apóstoles y aparentemente un conocimiento más lejano, sin embargo cuando Pablo habla dice cosas como estas: “todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a él, no con mi propia justicia -la que procede de la Ley- sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe.” (Filipenses 3,8) El encuentro de Pablo con Jesucristo es como el que podemos tener nosotros: “viene de Dios y se funda en la fe”.
En su despedida Jesús anuncia a sus discípulos cómo será esa nueva manera de estar con ellos: “El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”. Una vez más Jesús quiere alejar de sus discípulos cualquier temor “¡no se inquieten ni teman!”, quiere que haya paz en sus corazones “les dejo la paz, les doy mi paz”. Sabe que sus amigos pasarán momentos de gran dolor y desconcierto y por eso les advierte sobre lo que va a ocurrir “les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.”
Jesús les habla a esos amigos y nos habla también a nosotros que, como Pablo, tampoco hemos conocido al Jesús que caminaba por Galilea, a nosotros que escuchamos sus palabras dos mil años después. Les avisa (nos avisa) para que “crean”, “confíen”, dejen actuar al Espíritu, respondan ellos (nosotros) como respondió María, con un sí incondicional aunque (quizás) perplejo: “¿cómo puede ser esto…?”
Jesús promete su presencia incondicional, pase lo que pase, más allá de la muerte en la cruz, de las guerras, de todas las injusticias y violencias que podamos imaginar, “¡No se inquieten ni teman! … Me voy y volveré a ustedes”. La categórica promesa de su presencia (en el Espíritu) permite transitar confiados la angustia que provoca su ausencia (física).
HOMILÍA AUDIO:
Gracias por la visión distinta de el Dios dentro nuestro ,hay momentos donde una palabra pequeña nos pega fuerte
Vivir en estado de gracia, sin pecado mortal, implica que Dios uno y trino inhabite en nosotros, como lo dice el evangelio de San Juan, como han ahondado San Agustín, Santo Tomás y la teología clásica de siempre. Hermoso Misterio para reflexionar y rezar. !!!!
Tenemos un maestro interior.presencia nueva en mi corazón ❤️. CORDERO PASCUAL ES AHORA PAN Y VINO. Cambia todo.no se inquieten no teman,”
CÓMO SE QUERÍAN .debemos mostrar el Amor. Celebrar y hacer comunidad..Amén!!!♥️♥️🕊💦🌿