En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».
Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”. Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”»
Lc 13,1-9

En este relato se plantea uno de los temas más complejos y desafiantes de la historia del pensamiento humano: el dolor y la muerte de los inocentes. En primer lugar se presenta el caso de la muerte de algunos que Pilatos había asesinado porque se habían rebelado ante el poder romano. Luego, se plantea la situación de otros que estaban junto a una torre que se derrumbó. Eran personas que pasaban por ese lugar y por lo tanto completamente inocentes.
No se trata solo de algo ocurrido hace dos mil años sino de episodios que se repiten a lo largo de la historia. Cualquiera de las dos escenas las podemos encontrar hoy en un noticiero de la televisión o en un video en nuestro teléfono. En nuestros días también nos encontramos ante imágenes desgarradoras de víctimas inocentes de la guerra, la inseguridad o los accidentes.
Jesús propone una explicación diferente a la que era comúnmente aceptada por quienes lo escuchaban. Los judíos estaban acostumbrados a considerar pecadoras a aquellas personas a las que les había ocurrido alguna desgracia o eran víctimas de la injusticia. Ante el dolor y la muerte de los inocentes el pueblo de Israel respondía considerando que los inocentes seguramente no eran tan inocentes sino que habían cometido algún pecado. Puede sorprendernos esa manera de pensar, pero los israelitas tenían un motivo importante y comprensible para pensar de esa manera: ante la necesidad de encontrar algún culpable era preciso poner las culpas en las víctimas, y no en Dios, porque si esas personas eran completamente inocentes entonces el culpable de lo ocurrido era Dios y esa posibilidad era inaceptable.
¿Qué hace Jesús? Jesús no toma el camino fácil de juzgar a los demás, o a Dios, sino que invita a “convertirse”, es decir a cambiar la manera de ver lo que ocurría, invita a no juzgar, ni a los que murieron, ni a Dios. Las palabras de Jesús son difíciles de aceptar para aquellos judíos que ya habían encontrado una respuesta poniendo en duda la inocencia de los inocentes y así no tener que culpar a Dios. Al contemplar las injusticias que nos rodean también nosotros podemos instalarnos en el juicio hacia los demás o hacia Dios, o podemos escuchar la invitación de Jesús a convertirnos y preguntarnos por lo que cada uno de hace, (o no hace), para que haya más justicia en un mundo violento e injusto.
En el párrafo siguiente encontramos una escena diferente: el cuidador de la viña le pide al propietario más tiempo para cuidar la higuera para que más adelante pueda dar frutos. En la Biblia, la viña y la higuera simbolizan al pueblo de Dios y pueden también ser un símbolo de cada uno de nosotros. Podemos ver en el cuidador a Jesús cuidando de nosotros hasta que demos frutos, ¡hasta que dejemos de buscar culpables! Podemos ver a Jesús que nos invita a alejarnos de las respuestas fáciles que nos llevan a juzgar a los demás en lugar de mirar hacia nosotros mismos.
San Francisco de Asís, que también se indignaba ante la injusticia, nos regaló una de las oraciones más bellas que hoy podemos repetir: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”. Estamos invitados a construir la paz cada día, a sembrar esperanza, no es suficiente escandalizarnos por las guerras y la violencia, urge preguntarnos por nuestro compromiso con la justicia, que no es lo mismo que nuestra indignación ante la injusticia.
HOMILÍA AUDIO:
Seremos capaces de transformarnos en un instrumento de paz???
Pero no olvidemos también que “solo la verdad nos hará libres”.
Entonces me pregunto:
¿No será que el elohim yavéh es una entidad distinta al Padre del cual habla el Maestro????
( Quizás Zacarías Sictchin y Mauro Biglino tengan razón)
“Por sus frutos los conocerán”
(y en la franja de Gaza están muy a la vista….)
Que dificil se me hace ( como dijo el poeta) no juzgar eh……
Abrazo Jefe!!!!!
Ante todo, estimado Jorge, me gustó tu reflexión. Veo en esta lectura del Evangelio a una mirada sobre Dios, como justo y misericordioso : nos invita a la metanoia, a convertirnos, y sino alejados de El, pagaremos las consecuencias. La vida no es un dibujo de Disney. Pero por otro lado, mientras estemos con vida, Dios nos tiene paciencia. Si para una mirada humana de retribución a partir de resultados, no satisfacemos con lo necesario, desde la mirada de Dios, que es Padre, siempre tenemos oportunidad de florecer. En todo esto hay cruz, como nos enseñó Cristo.
Un gran abrazo !
Dios también actúa por medio nuestro. En tal sentido somos sus manos para amasar un mundo más justo, aún en las cosas más pequeñitas. Gracias padre Jorge