Jesús hizo esta comparación: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será́ como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo’, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Lc 6, 39-45

El primer párrafo de este pasaje del evangelio de San Lucas nos habla de la ceguera y allí se dice que un ciego no puede guiar a otro, y si lo hace, ambos pueden caer en un pozo. La imposibilidad de ver no se refiere solamente a la ceguera física, hay muchas formas de ceguera, en ciertas ocasiones nos sorprende que algunas personas no pueden ver algo que “está a la vista”, que “está muy claro”. También puede ocurrir que no podemos ver algo que otro ve con claridad, o que nadie “ve claramente” y todos parecen “estar ciegos”.
El diálogo, la convivencia, compartir nuestros “puntos de vista”, son la forma habitual que tenemos para ayudarnos unos a otros para superar nuestras cegueras. Somos todos diferentes y cada uno ve el mundo de acuerdo a su historia personal, sus conocimientos y su “punto de vista”. La dificultad aparece cuando no aceptamos que en determinadas situaciones o momentos “no podemos ver” y no permitimos que los otros nos ayuden a ver, entonces nos quedamos ciegos y tampoco podemos ayudar a nadie, de esa manera es probable que terminemos en un pozo.
El segundo párrafo, nos habla de otra ceguera, la de quienes no pueden ver porque solo ven las limitaciones o los defectos de los demás. Quien padece este tipo de ceguera puede caer en un pozo más profundo y peligroso que el primero, puede caer en el hondo y oscuro abismo de la hipocresía. El hipócrita es aquel que miente no solo sobre lo que dice sino que miente sobre lo que es, miente sobre su identidad. Ése es el profundo abismo en el que se encuentra atrapado el hipócrita: a fuerza de mentir para ocultarse ante los demás termina ocultándose a sí mismo su propia identidad, ya no sabe quién es, está completamente ciego, ya cayó en su propio pozo. “¡Hipócrita!” dice Jesús, “saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Jesús llama hipócrita a aquel que desprecia el “punto de vista” del otro porque se cree superior, aquel que solo ve los defectos de los demás y es incapaz ver los suyos, que no ve que su propia seguridad es aquello que le impide ver.
El tercer párrafo habla de cómo saber quién ve y quién está ciego, cómo “aprender a mirar” para conocer mejor a los demás y también a nosotros mismos. Jesús ofrece una fórmula simple y clara, no se enreda en complejas consideraciones psicológicas o filosóficas y dice con sencillez: “no se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas”. En otras palabras, se conoce a las personas como a los árboles: por sus frutos. Lo que cada uno hace, como cada uno vive, permite saber lo que cada uno es, nuestra identidad se refleja en nuestras acciones. “El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón”, dice Jesús. Y para completar su enseñanza avanza aún más: “el malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Curiosamente para aprender a mirar tenemos que saber escuchar, “ver” de qué habla la boca y cuales son los gestos y las acciones. Por la manera de hablar y vivir descubrimos quienes ven y quienes están ciegos.
Por las condiciones sanitarias de aquella época la ceguera era muy común en los tiempos de Jesús, por eso en varias oportunidades los evangelios relatan curaciones de ciegos y el mismo Maestro utiliza la imagen de la ceguera en sus predicaciones. En nuestros días la ceguera y la sordera también son muy comunes, pero por motivos muy diferentes: hoy tenemos muchas dificultades para ver o escuchar por el exceso de imágenes y sonidos que nos abruman y, también, porque las ideologías, los sectarismos y los prejuicios, nos impiden ver y escuchar, alteran nuestra convivencia y nos aíslan en pequeños grupos que solo comparten una misma “ceguera”, una misma manera de “mirar” (o de “no-mirar”) la realidad.
En medio de las múltiples cegueras de nuestro tiempo Jesús nos invita a cambiar nuestro “punto de vista” y a aprender a mirar como mira él. Entonces podremos comprender sus enseñanzas y evitaremos “caer en un pozo”.
AUDIO HOMILÍA:
¿Aprenderemos a ver “los frutos”?
(que los tenemos frente a las narices eh!!!)
Abrazo Jefe!!!
Aprender a mirar con los ojos de Jesús, pero sobre todo aprender a “mirar”, a “entender” y “hablar” con el corazón o desde el corazón de Jesús. Gracias padre Jorge!