Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Lc 1,1-4.4,14-21

En el comienzo del tiempo durante el año, después de celebrar el bautismo de Jesús y de recordar “el primero de los signos” en las bodas de Caná, la liturgia nos presenta esta escena en la que vemos a Jesús por primera vez predicando. Se dice que Jesús “volvió a Galilea con el poder del Espíritu” y “fue a Nazaret, donde se había criado” y allí, en ese sitio donde todos lo conocían desde que era un niño, comienza su predicación. Se señala que Jesús entró en la sinagoga “como de costumbre” y “se levantó para hacer la lectura”, Lucas presenta la escena como un hecho habitual que no llama la atención, al parecer en Nazaret estaban acostumbrados a que Jesús fuera a la sinagoga, participara de las ceremonias y leyera las Sagradas Escrituras.
Si observamos atentamente descubrimos que el evangelista ofrece en este relato un dato importante para conocer mejor a Jesús. En esos pueblos eran muy pocos los que sabían leer y muchos menos los que podían a hacerlo en público, por lo tanto se presenta a Jesús de una manera que puede sorprendernos a quienes solo se nos enseñó que Jesús era “hijo de un carpintero”. Ese dato, y nuestros prejuicios, construyeron en muchos la imagen de Jesús como de alguien pobre y con poca preparación, sin embargo en los evangelios Jesús no solo sabe leer y escribir, algo muy poco habitual en esa época, sino que además habla hebreo, arameo y, sorprendentemente, latín. Esto último lo sabemos por sus diálogos con romanos como el centurión y Pilatos ya que los romanos nunca hablaban la lengua de los judíos. En otras palabras, al comienzo del año litúrgico encontramos a Jesús como una persona culta, intelectualmente preparada y capacitada para leer en público y explicar un texto sagrado en la sinagoga.
Lucas dice que le presentaron el libro del profeta Isaías. Ese “libro” era en realidad un rollo bastante abultado porque el “libro de Isaías” es muy extenso. El relato sugiere que Jesús buscó en el rollo un pasaje concreto y lo eligió para leerlo en público. Allí se habla del Mesías que esperaba el pueblo de Israel y que con su presencia inauguraría un tiempo en el que la Buena Noticia sería anunciada a los pobres, un tiempo en el que se anunciaría “la liberación a los cautivos”, “la vista a los ciegos”, “la libertad a los oprimidos” y “un año de gracia”, buenas noticias que se dirigirían especialmente a los que no tenían ninguna importancia para la sociedad. Luego Lucas señala que “Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó”. Cada detalle es importante: devolverlo al ayudante indica la presencia de alguien “menos importante” que Jesús y sentarse implica asumir una actitud de autoridad. Solo los maestros destacados tenían ayudantes y se sentaban para enseñar. El niño que jugaba en las calles de Nazaret ahora es un adulto que sabe leer y explicar el libro de Isaías. Jesús ya no es solo aquel que sus vecinos conocían “de toda la vida”.
Entonces el que se ha sentado para enseñar pronuncia unas palabras completamente inesperadas para su auditorio: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». Ya no deben esperar más al Mesías, ha llegado, está ahí, es el mismo Jesús. De esta manera Lucas presenta a Jesús como alguien desconcertante, ya no se parece al hombre humilde que se acercó al Jordán para ser bautizado junto a los pecadores, lo presenta ahora predicando en la sinagoga y con tanta autoridad como la de los escribas y los sacerdotes.
Jesús con una audacia sorprendente se presenta como “consagrado por la unción” ¿Qué quiere decir esa expresion? A los reyes se los ungía con aceite para indicar que “el Espíritu del Señor” estaba en ellos. Se utilizaba aceite porque el aceite empapa completamente la piel y cuando el aceite se derrama sobre la persona penetra de tal forma que ya no es posible quitarlo. A través de ese signo se expresa la manera en la que están unidos el Espíritu y el rey. Ese gesto llega hasta nosotros en algunos ritos de la Iglesia, como cuando el día de nuestro bautismo y de nuestra confirmación se pone aceite en nuestras cabezas. A partir de ese momento todos podemos decir “el Espíritu del Señor está sobre mí”, ya nada puede retirarlo, Dios no se arrepiente de sus dones.
La unción, la presencia del Espíritu, no otorga a Jesús el poder de los reyes sino que él ha sido ungido para “llevar la buena noticia a los pobres”, para proclamar un “año de gracia”, es decir, un tiempo en el que los dones de Dios se derramarán gratuitamente sobre los más frágiles. La buena noticia que Jesús anuncia se refiere a que Dios está junto a los que sufren, que son sus hijos predilectos, que Dios es un Padre bueno que los ama. Esa es la libertad que viene a traer para los cautivos y los oprimidos, esa buena noticia será la que dará la vista a los ciegos.
Las palabras y los gestos de Jesús ademas de transmitir enseñanzas son sanadores, transforman, dan vida, salvan. En diferentes momentos se dice que “todos tenían los ojos fijos en él“. Mirarlo, estar cerca suyo, cura, transforma, cambia la vida. Jesús cura con su palabra, cura cuando habla, escucharlo sana el alma, ilumina y da fuerzas. Por nuestra propia experiencia sabemos que hay palabras y gestos que curan como hay palabras y gestos que enferman. Cuando Jesús envía a sus discípulos (a nosotros) a predicar el Evangelio y curar a los enfermos no se refiere a dos acciones diferentes, los envía a realizar lo mismo que él hacía, es decir, a pronunciar palabras y tener gestos que curan, que generan vida. El Evangelio en sí mismo es palabra sanadora, evangelizar es curar, es salvar.
A partir de aquel día en Nazaret Jesús enseña de una manera que sorprende porque enseña la Ley que todos ya conocían pero lo hace desde el lugar de los pobres, los enfermos y los pecadores. Jesús sorprende porque enseña al mismo tiempo la Ley y la misericordia, enseña a practicar la virtud de la justicia, que siempre es mucho más que “cumplir la ley”.
La escena terminará muy mal, más adelante el relato dice que “al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo”. Los primeros en rechazar a Jesús no son los doctores de la ley, los sacerdotes del Templo o los romanos de Pilatos, los primeros son aquellos vecinos de Nazaret, ellos, como muchos de nuestro tiempo, no querían escuchar a alguien que decía algo completamente nuevo, a alguien que hablaba de un Dios cercano y bondadoso. Los que creían que conocían al hijo de María y José desde que era un niño preferían seguir con sus ideas y prejuicios. No estaban dispuestos a cambiar la imagen que ya tenían de Jesús.
También en nuestros días muchos que conocen a Jesús “de toda la vida” se resisten a escucharlo porque no quieren cambiar la imagen que ya tienen de él. Como desde hace más de dos mil años hoy tambien “se ha cumplido este pasaje de la Escritura”.
HOMILÍA:
Esta lectura, palabra viva, nos invita a ser actores para procurar la liberación de los oprimidos , de dar vista a los que no pueden ver y de construir todos juntos un año de gracia. Gracias padre Jorge!
¿Será que todavía hoy se está esperando a ese guerrero de “dudosa actitud”; capáz de enviar a su amigo a morir para ingresar en el lecho de su esposa???
Y ahí nomás lo dejo……
Abrazo!!!!