Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”. Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea.
Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Jn 2,1-11

Jesús hace “el primero de sus signos” en una fiesta. Según las narraciones de los evangelios era tan habitual que participara de ese tipo de reuniones que se llega a decir de él que era “un glotón y un borracho” (Lc 7,34). Además de participar de las fiestas, en su predicación Jesús describe el final de los tiempos como una inmensa fiesta y en varias de sus parábolas habla de su Padre como de alguien que convoca a una fiesta a la que invita a todos, y se señala: “buenos y malos”. Finalmente, antes de su muerte, organiza una comida con sus amigos para despedirse.
Este “primero de sus signos” no es realizado en el Templo, ni en una sinagoga o ante una gran multitud, lo hace en un contexto familiar, una boda, casi a escondidas, sin pronunciar ningún sermón ni hablar de alguna enseñanza importante para quienes se encuentran ahí reunidos. Jesús se hace presente en la vida cotidiana y el motivo por el que actúa es muy simple, puede parecer inclusive algo frívolo, quiere impedir que esa familia quede mal ante sus invitados, quiere evitar que la fiesta sea un fracaso. Lo que importa es que la fiesta sea un éxito y las familias disfruten ese momento. Nada más y nada menos.
Jesús celebra la vida e invita a celebrarla, siempre, en cualquier circunstancia, también cuando está a punto de morir. Esta actitud de celebrar en cualquier ocasión es habitual en algunas personas, pero para otras se trata de algo incomprensible y muchas veces se escucha la pregunta “¿y qué hay que celebrar? … ¿cómo vamos a hacer una fiesta en medio de tantos problemas?” Curiosamente los pueblos más pobres celebran muchas fiestas y entre ellos la pregunta no es “¿qué hay que celebrar?” sino “¿por qué no celebrar?” Probablemente si algunos esperan a que se acaben las dificultades nunca llegará el día de la fiesta y quizás justamente por la precariedad en la que viven celebran cada momento de vida.
Para otros las fiestas no son para celebrar la vida sino para aturdirse, distraerse, entretenerse, para olvidar la vida que tienen. Quienes viven atrapados en todo tipo de tensiones se precipitan a vivir esos momentos que parecen fiestas pero son solo evasión de la realidad, momentos en los que no se trata de compartir la alegría sino de olvidar el dolor. No es a ese tipo de fiestas a las que invita Jesús. Cuando él se ocupa de que esa boda llegue a un buen final lo que hace es procurar que las personas que están ahí vivan en plenitud un momento único de sus vidas.
Si en lugar de preguntarnos con cierto cinismo “¿y qué hay que celebrar?” nos preguntamos “¿yo cuando celebro?”“¿en qué situaciones, por qué motivos, mi corazón se siente de fiesta?” “¿cuándo siento necesidad de compartir con los demás mi alegría?” “¿cuándo me siento pleno, en paz y agradecido?” Seguramente queremos compartir esos momentos y no queremos que se interrumpan por ningún motivo. Este relato del evangelio de Juan nos muestra que para Jesús esos momentos de plenitud son importantes, nos muestra que Jesús no solo vino a socorrernos en las dificultades sino, también, a prolongar y llenar de sentido y belleza esos momentos de gratitud hacia la vida.
Este es “el primero de los signos” que nos relata Juan en su evangelio y como todos los signos se trata de una señal con la que Jesús quiere decirnos algo. Muchas veces en su vida Jesús hará signos y no todos serán comprendidos, como también relata Juan que dice Jesús después de la multiplicar los panes: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse”.(Jn 6,26) ¿Qué quiere decir Jesús con sus signos? ¿qué quiere decir en este signo realizado en las bodas de Caná?
Una primera lectura nos indica que Jesús al cambiar el agua en vino hace una demostración de su poder. Sin embargo, si estamos atentos podemos descubrir además algo aún más conmovedor para nosotros: Jesús está diciendo que el amor de Dios no solo se expresa curando las enfermedades o liberándonos de peligros sino también ¡cuidando nuestras fiestas! Con su relato Juan nos indica que María y Jesús están atentos a nuestra felicidad de todos los días.
Jesús nace en un pesebre para mostrarnos a todos el amor de Dios. Una y otra vez nos invita a mirar la vida y agradecerla. Especialmente en cada eucaristía él se hace presente en nuestras vidas y nos invita a vivir con plenitud y alegría en una fiesta que no se interrumpe. “El primero de sus signos” no se refiere solamente a que es el primer signo que que realizó, es también “el primero” porque indica lo más importante, ¡a esa fiesta estamos invitados!
“Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él”.
AUDIO HOMILÍA:
No dejemos de Celebrar la Vida!!!si podemos vayamos todos los días a la EUCARISTÍA, la mejor Fiesta 🙏♥️💦🌿🫂
Y si,
La vida es un fiesta.
La gente más simple lo tiene bien claro……