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Madre de Dios

Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.

Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

Lc 2,16-21


Seguimos celebrando la Navidad. La Iglesia nos muestra cada día aspectos distintos de esta fiesta, cada vez que celebramos la Eucaristía, a través de los textos, las oraciones, las homilías, se van iluminando distintos aspectos del misterio cristiano y de esa manera vamos creciendo. Siempre nos acercamos al misterio poco a poco. Nunca vamos a agotar en un texto, ni en una charla, ni en un libro el misterio de la Navidad. A medida que va pasando la vida vamos conociendo más y mejor quién es Jesús y las mismas palabras van significando cosas distintas. Cuando en el catecismo nos decían que Dios es Padre, nosotros decíamos, sí, Dios es Padre, pero recién después de que pasan muchos años, uno se da cuenta todo lo que quiere decir la palabra “padre”. Las mismas palabras van adquiriendo significados diferentes a medida que pasa la vida y así va cambiando el sentido de la Navidad. 

El evangelio nos recuerda que los pastores fueron rápidamente al encuentro del niño. ¡“Rápidamente”! La vida cristiana implica movimiento, pasión, algo que se hace con ganas. Los pastores corren al encuentro de María, José y el recién nacido y luego nuevamente se ponen en movimiento y cuentan todo lo que habían oído decir sobre este niño. Cuando vivimos algo muy bueno naturalmente queremos compartirlo, contamos con entusiasmo lo que ocurrió. Al encontrar a Jesús los pastores corren a contar lo que vieron. Lo cuentan de tal manera que quienes los escuchan quedan admirados. 

Es curioso, a veces parece que ya no nos admira la Navidad. Escuchamos el mensaje, nos acercamos al pesebre, pero no corremos a anunciar lo que vivimos, no lo contamos con alegría. No nos admira, nos parece normal, algo conocido y muchas veces repetido. Podemos hacernos una pregunta muy sencilla y concreta ¿en esta Navidad, a quién le contamos lo que hemos oído decir sobre este niño?

Cuando Jesús se convierte en un personaje que creemos que conocemos, es como cuando creemos que conocemos a alguien y ya nada nos sorprende. ¿Cómo es posible que Jesús no nos sorprenda? ¿Cómo es posible que en la Navidad nosotros no regresemos a nuestras casas alabando y glorificando a Dios? ¿La Navidad es algo que ya conocemos o algo que aún no descubrimos? La alegría del Evangelio es siempre nueva y ojalá este Año Nuevo esa alegría también sea nueva.

¿Cuál es la buena noticia para alguien que hace ya años que viene a misa todos los domingos? La buena noticia es que ese Jesús que conocemos es muy pequeño comparado con lo que es Jesús. Jesús es muchísimo más, y tiene muchísimo más para darnos que aquello que hemos podido conocer y amar hasta el día de hoy.

En el primer día del año se nos invita a celebrar a María como “Madre de Dios”. Esta fiesta es la más antigua de todas las fiestas de la Virgen. Se estableció en el Concilio de Nicea cerca del año 400. Con este título, Madre de Dios, se quería recordar que Jesús verdaderamente había nacido en un tiempo concreto y de una mujer, que Jesús no era un mito, no era como los dioses paganos, no era un invento de los hombres sino alguien que había irrumpido en nuestro mundo, un hombre de carne y hueso que había transformado la historia. Esto era una enseñanza indispensable en un tiempo y en un contexto en donde la cultura ya empezaba a estar lejos del acontecimiento histórico de Jesús y cuando empezaba a hablarse de Jesús como algo mítico, como uno de los dioses, no como un personaje real. 

Curiosamente en el siglo XXI nos encontramos en una situación similar, hoy para muchos también Jesús es un mito, algo en lo que algunos creen, una opinión más de las muchas opiniones que se nos ofrecen. Celebrar a María como Madre de Dios es una manera de decir que realmente Jesús es un hombre. Pero para eso es necesario que María también sea una mujer y no otro mito. Para nosotros, María ¿es esa jovencita llena de fe que nos muestran los evangelios y que meditaba y guardaba en su corazón lo que vivía? ¿es esa jovencita que con su enorme SÍ a Dios cambió la historia de la humanidad o es solamente una imagen, una medalla o una estampita? En los evangelios María también es de carne y hueso, no es algo creado por la imaginación, es una mujer llena de fe que enseña a creer, a meditar, a descubrir a Dios en cada corazón. En la antigüedad nunca se representaba a María sin Jesús, porque María sin Jesús es un misterio incompleto. Solo desde hace relativamente poco tiempo empezaron a aparecer imágenes de María sin Jesús. Como todas las fiestas de María esta fiesta es una fiesta de Jesús.

El evangelio nos dice que María “guardaba estas cosas en su corazón”. ¿Cuáles son esas “cosas“? Son aquello que ella vivía, la visita del ángel, ese hijo, los pastores, los reyes y mucho más. María no vive la vida distraídamente, reflexiona sobre su vida. Medita. María, como hacen las madres, enseña a vivir. Nos enseña a vivir atentamente en este tiempo en el que vivimos en medio de tantas urgencias, en donde todo pasa tan rápido que nos obliga a vivir superficialmente. No dejemos pasar este tiempo de Navidad sin meditar “estas cosas” en el corazón, sin preguntarnos qué significan para nuestra vida, sin preguntarnos de qué manera nuestra vida se modifica por nuestra fe, por aquello en lo que creemos. 

Este día, al principio del año, la Iglesia nos invita a orar por la paz. En un mundo en guerra necesitamos de Jesús para reconstruir la paz. En este mundo en guerra y también en nuestro país, en donde encontramos tanto dolor y tanta violencia, con asaltos, robos y muchísimas injusticias. Jesús ademas trae la paz a nuestras familias, donde la paz a veces es muy frágil o está dolorosamente rota. Jesús es la paz de nuestro corazón. 




3 pensamientos en “Madre de Dios”

  1. Gracias querido Jorge por tus homilias siempre “tan claras”.
    Con todo respeto y cariño te deseo un buen año 2025!!!
    Un abrazo en Jesus!!!

  2. Gracias padre Jorge por hacernos ver a María como una mujer que no vivía la vida distraídamente. Por el contrario, meditaba y reflexionaba en su corazón. Pero también fue una mujer valiente, que supo expresar en el Magnificat el anuncio y la denuncia que se requieren para construir un mundo de paz .

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