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¿Quién soy yo?

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».

«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.

Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Mt 16, 13-20


Jesús pregunta. Aparentemente quiere saber lo que se dice de él, cuál es la idea que los demás tienen. La respuesta de sus discípulos refleja que sobre Jesús se tienen ideas muy diferentes y variadas. Cada uno lo imagina a su manera y todos creen conocerlo. Entonces la misma pregunta cambia de dirección y se dirige directamente a sus discípulos (a nosotros): “y ustedes, ¿quién dicen que soy?”

La pregunta parece la de un catequista que ese dirige a unos chicos, “¿quién es Jesús?” Parece la pregunta de un profesor de teología que está tomando examen, “¿quién es Jesús?” Pero no es ese su sentido. Jesús no dice para ustedes quién soy yo, como un profesor que toma examen, él no está tomando un examen, no espera una respuesta teórica, una respuesta aprendida de memoria, su pregunta es personal y espera una respuesta también personal.

La pregunta que hace Jesús no se parece a la del profesor que quiere saber si el alumno sabe sino a la de la novia o el novio que pregunta a su amado o amada: “para vos ¿quién soy yo?” Esa pregunta no puede responderse diciendo el nombre y el apellido o el número de documento, esas respuestas serían verdaderas pero no responderían a lo que se quiere preguntar, serían respuestas impersonales, aprendidas de memoria, respuestas “de catecismo”, intelectuales. La pregunta va mucho más allá. ¡Se pregunta por el significado que tiene la propia vida en la vida del otro! La respuesta es comprometedora, es una respuesta de la que hay que hacerse cargo.

Esa es la pregunta que nos hace Jesús a sus discípulos: “(en tu vida) ¿quién soy yo?”, ¿qué significo? ¿qué importancia tengo? Y para saber quién es Jesús en nuestra vida no tenemos que leer un libro ni hacer un curso, tenemos que mirar nuestra vida. Si miro mi vida ¿quién es Jesús en ella? 

Las palabras que el evangelista Mateo pone en boca de Pedro nos pueden desconcertar porque se trata de una frase que parece “teórica”: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Pero el Apóstol está hablado desde el corazón, está diciendo que para él Jesús es todo, es aquello que responde plenamente a todo lo que soñó y esperó en su vida. Eso es lo que significa la expresión “el Mesías” para un judío. No es un diálogo entre un profesor y un alumno, es un diálogo de amor, de confianza. La respuesta de Pedro es como si el novio o la novia hubieran dicho “eres mi vida”,  algo que aunque suene exagerado, sin embargo es la respuesta más correcta y verdadera.

Luego la escena narrada por Mateo da un giro y nos ofrece otro dato importante: en el momento en el que Pedro le dice a Jesús quién es para él, Jesús a su vez le dice a Pedro quién es: “Tú eres Pedro”. Cuando respondemos quién es Jesús entonces él nos revela quienes somos nosotros. La pregunta “¿quién soy yo?” encuentra la respuesta mirando hacia Jesús y hacia los demás, no mirándonos a nosotros mismos. Cuando Pedro respondió con su corazón entonces pudo saber quién era, quien era él más que quien era Jesús; entonces pudo conocer su misión: “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”; y también su responsabilidad: “lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo”.

Cuando contestamos quién es Jesús, descubrimos quiénes somos nosotros. Es lo que nos pasa también en la convivencia y en la vida, desde que somos chicos aprendemos quiénes somos relacionándonos con los demás. Uno no aprende a responder a la pregunta ¿quién soy yo? pensando y estudiando filosofía, uno aprende quién es relacionándose, y especialmente relacionándose con quienes ama y con Jesús. 

Cada uno de nosotros tiene una respuesta diferente a esa pregunta personal e íntima que hace Jesús: “en tu vida ¿quién soy yo? Solo tenemos que atrevernos a responderle. Cada uno de nosotros tiene una manera diferente de decir “tú eres el Mesías”, “tú eres mi vida”.

Cuando respondemos la pregunta de Jesús también decimos quienes somos nosotros. Esa respuesta solo podemos responderla en la vida, es una respuesta que no cabe en ninguna frase, que se responde viviendo. Si con nuestra vida nos atrevemos a responder como lo hizo Pedro, seguramente escucharemos en algún rincón del corazón una voz que nos dice: “esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.”




2 pensamientos en “¿Quién soy yo?”

  1. Gracias!!
    Que importante es ver que Jesus nos pregunta a nosotros y lo hace desde el amor tan humano como el de un amado a su amada o viceversa.
    Solo podemos responderla si tenemos una union con Él en el diálogo constante y amoroso. Solo en la oracion personal podremos responder esa pregunta tan directa y conmovedora.

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