Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?». Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?». Ella le respondió: «Nadie, Señor».
«Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».
Jn 8, 1-11

Ya muy cerca de la Semana Santa, la Iglesia nos presenta para meditar esta imagen de Jesús en el Templo ante una mujer que es acusada de pecadora por los escribas y los fariseos. El relato comienza en el Monte de los Olivos, afuera de la ciudad, en un lugar alejado, y se dice que al amanecer Jesús se dirigió al Templo. Se indica así que Jesús, como en otras oportunidades, había pasado la noche en el monte, en oración.
Desde ese sitio se dirige Jesús hacia el Templo, desde esa noche, desde ese silencio. Y ya en el Templo la gente se acerca a Él y, dice el texto, Jesús se sentó y se puso a enseñar. La actitud de sentarse para enseñar es la del que tiene autoridad, del que se sienta en la cátedra. De ahí viene la expresión “cátedra universitaria”, o la palabra “catedral”, se señala el lugar desde el cual se enseña con autoridad.
Entonces aparecen los escribas y los fariseos, que eran los que enseñaban en el Templo, y quieren cuestionar la autoridad de Jesús para enseñar en ese sitio. Traen a una mujer que dicen que ha sido sorprendida en adulterio, la ponen delante de todos y dicen que la ley de Moisés manda apedrearla hasta morir. Pero el centro de esta escena no es la mujer acusada sino Jesús. Lo que está en juego en esta nueva discusión con los maestros de la ley es poder acusar a Jesús y llevarlo ante un tribunal. Los fariseos y los escribas necesitan con urgencia acusar de algo a Jesús y le ponen una última trampa para acusarlo de violar la ley. No solo se está acusando a la mujer, lo que se quiere es acusar a Jesús, ese es el verdadero interés de los jefes del pueblo.
“¿Tú qué dices?” preguntan a Jesús para poder comparar su respuesta con la de Moisés. Como Jesús hablaba mucho del amor y en ocasiones relativizaba la importancia del cumplimiento de la ley, seguramente estos personajes esperan que Jesús se ponga de parte de la mujer. Jesús escribe en el suelo, no contesta, genera silencio, un silencio como aquel que él había vivido en el monte por la noche. Cuando quien enseña permanece en silencio genera expectativa sobre qué va a decir. Los demás se ponen nerviosos. Y después del silencio, Jesús no dice lo que esperaban los acusadores, no dice que no hay que matarla, que no hay que cumplir la ley, dice que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y entonces se empiezan a ir.
La primera piedra era importante porque según la ley de Moisés el que tiraba la primera piedra era el que había visto a la mujer cometiendo la falta y de esa manera se hacía responsable de la acusación y de la muerte de la mujer. Nadie se atreve a hacerse cargo y todos se van.
Jesús sigue escribiendo y cuando todos se fueron le pregunta a la mujer, “¿nadie te condenó?”, no, se fueron todos. “Yo, dice Jesús, que muy pocas veces en el Evangelio dice “yo”, tampoco te condeno”. La lectura que se puede hacer de esta frase es “yo, (que sí estoy libre de pecado), tampoco te condeno”. “Vete y no peques más”. Jesús no la condena, pero no dice que no es pecadora. Jesús, que cumplía con esa condición que él mismo había establecido, ordena a la mujer se vaya de ahí, “vete”, no dice que la mujer es inocente, al contrario, expresamente le dice “no peques más en adelante”, ella no puede ser condenada a muerte porque los acusadores también son pecadores y ninguno se hace cargo de la acusación. Jesús no la condena precisamente porque él está libre de pecado y puede perdonar. La justicia de Dios es mucho más grande que la de los hombres.
En esta escena el único inocente es Jesús. Para que haya verdadera justicia es necesario ir más allá de las leyes, es necesario ese silencio que hace que cada uno mire su propio corazón. Una vez más Jesús pone en evidencia a quienes en lugar de mirar sus propios pecados miran los pecados de los demás, una vez más Jesús invita a confiar en la justicia de Dios que está por encima de las leyes humanas con las que juzgamos a nuestros hermanos y también a nosotros mismos.
Todo esto nos presenta la liturgia una semana antes de empezar la Semana Santa, entonces contemplaremos cómo Jesús es condenado por los que enseñaban en el Templo.
Y tú ¿qué dices?
HOMILÍA AUDIO:
Caramba!!!!
Que importante es el sicencio …. no???
Abrazo Jefe!!!!
Bueno….
Quise decir “silencio”
Jesús justo y misericordioso : Justo : el adulterio fue, es y será pecado y el Señor le pide a la mujer adúltera que no lo cometa más. Misericordioso : no condena pero hay que realizar un cambio. Tampoco los acusa a los intérpretes de la Ley pero los induce a la reflexión; como también a mi, a nosotros, personas de todas las épocas que somos proclives a murmurar o aun peor : calumniar a los demás, a veces duramente, siendo condescendientes cada uno consigo mismo.
Cuán sugerente es la imagen de Jesús escribiendo en el suelo con el dedo! Ni se escandaliza ni acusa. Le abre un espacio a la mujer adúltera y le ofrece un futuro. Gracias padre Jorge.
Jesús siempre enseña con autoridad.no debemos acusar a nadie. Generar silencio.orar.mirar hacia adentro ♥️.Que nos preparemos antes de la Semana Santa.Escuchar al Señor y a nuestro corazón, ( en silencio).