Ir al contenido

Bautismo del Señor

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.

Lc 3, 15-22


Hasta el rio Jordán donde bautizaba Juan iban quienes se consideraban a sí mismos pecadores y querían comenzar una vida nueva. Allí escuchan la predicación del Bautista que los exhorta a arrepentirse de sus pecados. ¿Por qué Jesús se pone en la fila de los pecadores y desde ese lugar comienza su enseñanza? ¿qué significa su gesto?

En muchas ocasiones el Maestro volverá a elegir un sitio desconcertante para transmitir sus enseñanzas: sus discípulos se sorprenderán al verlo comer en casa de quienes eran considerados hombres o mujeres impuros; o también al encontrarlo hablando a solas con una samaritana; o al irse a alojar a la casa de Zaqueo, el rico recaudador que cobraba impuestos para el imperio opresor en perjuicio de sus hermanos judíos.

Lo que ocurre el día del bautismo junto al Jordán es la primera de una larga lista de actitudes. La reiterada actitud de presentarse junto a quienes eran despreciados por las autoridades religiosas y por la mayoría del pueblo, es una señal sugerente que indica algo importante ¿Por qué este desconcertante Rabí al mismo tiempo que exhorta a alejarse del pecado come con gente de mala fama, viola la ley al tocar a los leprosos y, además, se deja tocar por prostitutas?

Mucho antes de que infinidad de moralistas se esforzaran inútilmente en explicar esta actitud, el mismo Maestro expresó con su lenguaje simbólico y a la vez muy claro, el significado de lo que hacía: “no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos … porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” (Mt. 9, 12). O también: “¿qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió?”(Mt. 18,12).

Sin embargo esas respuestas, sencillas y comprensibles, para algunos no fueron suficientes. A pesar de esas actitudes y palabras del hijo de María y José, a lo largo de la historia aparecieron personajes que intentaron reducir el mensaje de Jesús solamente a un conjunto de exigencias morales y convirtieron algunas comunidades en espacios en los que reinó el autoritarismo y la manipulación de las conciencias. Pero los evangelios siguieron ahí, repitiendo aquellas actitudes y palabras rebosantes de misericordia y sabiduría.

Más allá de esos intentos de apropiarse del Evangelio y convertirlo en una moral implacable, los textos siempre conservaron vivo ese mensaje que al mismo tiempo que plantea un cambio de vida, desborda misericordia y muestra comprensión y cercanía hacia quienes no logran los cambios que se proponen. Desde ese primer momento, cuando junto al río Jesús se muestra entre gente sospechosa, su figura se convierte en consuelo para los que se acercan a él buscando ser comprendidos y, en ocasiones, perdonados.

Con esta fiesta termina el tiempo de Adviento y Navidad y comienza el tiempo llamado “durante el año” o el tiempo “ordinario”. Ninguna de las dos expresiones es muy feliz. ¿Qué se quiere decir? ¿Qué celebramos en este tiempo? Este tiempo, que además es el más largo, 33 semanas, más de la mitad del año, es el tiempo de todos los días.

En el bautismo de Jesús comienza su vida pública después de treinta años de silencio, después de treinta años de vida de todos los días. Jesús, nuestro Señor, vivió treinta años la vida de todos los días.

Este es el tiempo más importante porque en el tiempo de todos los días se desarrolla nuestra vida. Es el tiempo en el que vivimos el Evangelio, en el que tenemos la posibilidad de hacer vida la fe que profesamos. Si no llega hasta la vida de todos los días la fe que celebramos en la liturgia queda nada más que en una serie de ritos. Cada celebración comunitaria, los tiempos litúrgicos, todo lo que hacemos sirve para sostener esa fe que se vive en la vida de todos los días. Es durante la vida de todos los días que nos damos cuenta si vivimos realmente la fe, es entonces cuando sabemos si realmente la fe se convierte en vida. Y la fe que no se convierte en vida no es verdadera. La fe que solamente son palabras no es fe.

Vivir la fe no es no tener jamás ningún defecto. No es esa la característica principal del cristiano. Hasta algunos santos tienen defectos. No se trata de una vida moralmente intachable. ¿Debemos tener una vida moralmente intachable? Sí, claro, pero no por cristianos, sino por humanos. La gente que no es cristiana tampoco tiene que robar, tampoco tiene que matar, tampoco tiene que mentir, tampoco puede hacer daño, para todo eso no hace falta ser cristiano.

Aquello que nos distingue no es eso sino algo más profundo. Lo que nos distingue es una actitud de confianza, de gratitud. Una actitud de aquel que vive una vida esperanzada, la actitud de aquel que tiene puesta su confianza en Jesús. La diferencia está en esa actitud. Y esa actitud es lo que se nota. Nunca vamos a considerar un buen cristiano a alguien amargado, enojado, resentido, deprimido. La fe implica siempre una actitud de alegría, de plenitud, de entusiasmo.

¿Pero con todo lo que pasa? Sí, precisamente por todo lo que pasa. Precisamente porque pasa todo lo que pasa, es que en medio de todo eso, confío, espero, creo. Crecer como cristianos es crecer en esa confianza.

Varias veces, Jesús, cuando se acerca a la gente a Él, para curarlo, para pedirle algo, le dice a la persona “tu fe te ha salvado”, ¿qué fe? ¿en qué creía aquel que se acercó? ¿En el credo? Todavía no se había inventado el credo, ¿En el Concilio Vaticano II? Menos. ¿En lo que dice el Papa? ¿en la Iglesia? Nada de eso existía ¿En qué creían los que se acercaban a Jesús? En Jesús. Lo que los salva es la fe que ellos ponen en Él. Lo que los cura es la fe que ellos ponen en Él. Esa actitud es la del cristiano. La del que vive poniéndose en las manos de Jesús. Solo porque confío puedo vivir de esta manera.

A eso estamos invitados en la vida de todos los días. Ese es el gran signo que distingue a los hombres y mujeres con fe. A esa vida estamos llamados todos los días.